viernes, abril 05, 2019

¿Se puede curar la religíón?

Hoy leo en la prensa que la jerarquía eclesial apoya el "acompañamiento espiritual" de los homosexuales. No nos confundamos, lo del acompañamiento espiritual es un eufemismo para indicar que justifican las terapias para curar la homosexualidad como si dicha circunstancia se tratase de una enfermedad.

Claro que en este mundo en el que vivimos a nada se la puede llamar por el nombre que cada uno le pone, como siempre, corresponde llamarlo de una forma que nadie ha censurado aún e ir cambiando el nombre de las cosas a medida que su denominación no es del agrado del resto hasta que como con todo, se acaba volviendo al primer nombre  porque ya habíamos olvidado que era el primero que empezamos a criticar.

Esto hace que entren en incongruencias a lo que realmente piensan. El titular del periódico afirma que lo que ofrecen es asistencia a quienes son infelices con su orientación sexual. ¿Quiere ello decir que si se les presenta alguien que se catalogue como heterosexual infeliz... le convierten en homosexual?

No se, a lo mejor en estos cursos ofrecen la posibilidad de ordenarse sacerdote y que vayan probando con los niños de la parroquia para ver si así son más felices. Porque si hay un colectivo que ha estado bajo el punto de mira de haber abusado de su sexualidad con niños es precisamente el del clero. Ah... que solo orientan a los que son infelices, y es posible que un cura violador de niños no sea infeliz, y que por lo tanto no haya que tratarlo.

Ciertamente, no soy un experto en la materia (ni en ninguna otra), y el hecho de que todos los psicólogos a los que escucho digan que la homosexualidad no es una enfermedad y que por tanto no se pueda curar, no me da certeza sobre lo que afirman, aunque algo me dice que tienen más fuente de conocimiento que la que pueda tener esa jerarquía eclesial o los que ciegamente la siguen.

Uno de los comentarios que he escuchado a una psicólogo es que lo más probable es que un tratamiento contra la homosexualidad sí que acabe provocando una insatisfacción real y un problema de autoestima que sí genere un cuadro clínico. No por su condición de homosexual, sino por el tratamiento recibido.

Ahora bien, si esa jerarquía considera que hay una enfermedad donde tantos expertos dicen que no la hay. ¿No será que son ellos los enfermos? ¿como deberíamos llamar a esa enfermedad?, ¿religión? ¿creencia?

De nuevo, la semántica del lenguaje hace que todos creamos en algo y los creyentes de lo divino confundan el significado del verbo con la existencia de uno o varios dioses. Por supuesto que todos creemos en algo, no es difícil entrar en el ascensor de un centro comercial y que alguien pregunte dónde está la cafetería para que otro conteste "creo que en la planta 5". Esta persona cree... pero esa creencia no significa que crea en ninguna divinidad. Así que descartaremos la creencia como enfermedad .

El que más y el que menos puede convertir en una religión el fútbol o la política, ya dije una vez que el fútbol tenía mucho en común con las religiones. El lugar de nacimiento, la costumbre o los movimientos sociales hacen que cada uno pertenezca tanto a un equipo como a una religión. Una vez se es de uno, es muy difícil, que no imposible, cambiar a otro. Los hooligans son, como los religiosos, adictos a su creencia. Su equipo es el "mejor" aunque las estadísticas y las pruebas demuestren que siempre pierden contra algún otro. Un momento, "Adicción"... esa es la palabra, y como tal, es una patología clínica... tratable como lo que es, una enfermedad.

¿Y realmente se puede curar?, yo creo que sí, al menos sí se puede tratar. A mi de niño me metieron de cabeza en la secta. Me echaron agua por encima de la cabeza para decir que con ello se me apuntaba a un club del que no me permitirían renunciar. En el fútbol, si no pagas la entrada no te dejan entrar. La religión me la cobran de mis impuestos porque muy a mi pesar el Estado ha decidido seguir pagando parte de su parafernalia por un tratado que firmó un dictador que ahora resulta tan difícil mover de su católica tumba, y a esa jerarquía se le permite eludir impuestos que sí tenemos que pagar el resto. A pesar de ello, ya no me considero partícipe de la secta y hasta los 16 años entraba en lo que ahora denomino costumbrismo social.

Puede que tratar la adicción a la religión sea difícil, pero es posible. En realidad ocurre como con el cáncer. Es tanto más fácil cuanto antes se detecta la enfermedad y más difícil si la enfermedad está demasiado extendida. En este caso, solo se pueden tratar algunos de los síntomas. La medicina está muy avanzada pero no hace milagros, prueba de que no existen.

Por eso hay que tratar adecuadamente al enfermo y actuar con condescendencia pero sin desdén en los casos más severos.

Hasta la fecha se ha conseguido mitigar la ceguera religiosa a muchos católicos y convencerles de que la tierra es redonda o de que ni es el centro del universo ni el sol da vueltas a su alrededor. También se ha conseguido mostrarles que las mujeres no se deben vender como dice la biblia y que los hombres, los animales y las plantas comparten un antepasado común que no tiene nada que ver con Adán ni Eva (ojo, todavía hay muchos casos clínicos que tienen efectos adversos ante esta afirmación). Por contra, suele ser difícil tratarles de lo absurdo que resulta la inmaculada virginidad de la madre de Jesús cuando no existía la incubación in vitro, o que es más probable la alternativa de que fuera una mutación hermafrodita y que la virgen María se hubiera autofecundado. Claro que ello debería haberles hecho más proclives a no diferenciar entre sexos... y no parece ser el caso.






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