lunes, junio 11, 2007

El futbol. Otra religión.

Se acerca nuevamente el final de la liga, aquel descanso soñado por tanta gente para poder contar con sus parejas los fines de semana y no tenerles varias veces a la semana enganchados/as a 22 hombrecitos en pantalones cortos corriendo detrás de una pelota (claro que si a mi me pagasen lo que a ellos, correría hasta con el pié roto).

Bien mirado, no tengo ninguna duda de que el fútbol es una religión, y si tuviera que clasificarlo sería politeísta, al igual que en los clásicos se adora a un conjunto de Dioses y entre ellos siempre hay un favorito. En realidad el catolicismo es también politeísta, por mucho que se crea en un único Dios, en realidad se adora y se pide mucho más a la gran colección de santos y santas, Marías y cristos que le acompañan y es raro el creyente que no tiene a uno o varios de ellos como sus favoritos.

En el caso del fútbol, ese favorito es un equipo no necesariamente local y al igual que en las restantes religiones, los hay clásicos: Madrid, Barcelona... sin ninguna relación de proximidad con el aficionado y otros locales con más o menos fervor popular.

Al final la enseñanza es siempre la misma, pues los jugadores de un equipo serán mañana los de otro y así con los entrenadores. No hay tampoco mucho de bandera de la ciudad a la que honrar pues pocos son los locales que juegan en cada equipo y todos lo hacen por dinero, y de hecho si pagan más en otro equipo se van sin mayor complicación.

Como las demás religiones es un simple negocio que se mantiene con la necesidad de los aficionados de creer en algo más allá de su vida cotidiana, en poder sufrir con sus mártires y en encontrar una excusa para tomar una cerveza con auténticos desconocidos así como variar en las conversaciones intrascendentales de ascensor ya que da bastante más conversación un partido de fútbol que el tiempo, y por otra parte, aunque como buena religión siempre es más de lo mismo, lo hace pareciendo distinto y no hace falta saber de fútbol ni haber visto el partido para poder estar en la conversación y en definitiva no estar solo.

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