domingo, abril 12, 2020

Crimenes de guerra.

Las leyes y usos de la guerra definen como crímenes de guerra el asesinato o malos tratos a prisioneros de guerra, civiles o náufragos. El fin no justifica los medios, pero son muchos los que efectivamente creen que sí lo hace. Es el tiempo el que acaba juzgando los hechos aunque hay una clara tendencia a que sean los vencedores los que acaban juzgando los crímenes cometidos por el bando perdedor.

Los convenios de Ginebra no permiten esas frases tan peliculeras como "sin tregua" o "no se hacen prisioneros"; pero desde el punto de vista de una operación militar, el hecho de hacer prisioneros puede comprometer los efectivos que se precisan para lograr la victoria.

En  guerras en las que la presencia de demasiados civiles afines al enemigo y que duran años y años, puede que haya quien considere que eliminar a todos los hombres y los niños sea un buen método para reducir los combatientes a los que enfrentarse en el futuro.

En Srebrenica los cascos azules holandeses no llegaron a pegar un solo tiro para proteger a los civiles que se habían puesto bajo su amparo para evitar la masacre que acabaron sufriendo. Debe ser algo innato de los holandeses, que ahora solo parecen ver en la progresión del COVID-19 una oportunidad para hacer negocios negando la máxima de ayudar donde más falta pueda hacer, (ya hablaré de estos en otra ocasión si me acuerdo).

En cualquier caso desde la perspectiva civilizada actual no está bien visto ni considerado dejar que se ahogue nadie en el mar, matar a los prisioneros para ahorrar recursos o diezmar una población para reducir costes y problemas futuros.

El día 5 de abril recibí la desgraciada noticia de que el COVID19 se había cobrado la vida de un familiar muy querido. La consigna de la guerra en aquel momento era la de sacrificar a los mayores de 80 años. La terminología bélica está en todos los comunicados relacionados con el virus, así que esa es la traducción que hay que dar a la decisión que habían tomado de mantener en las residencias a los mayores de 80 años, presentasen los síntomas que presentasen.

En el pasado, Elisa había sido capaz de curarse de un cáncer, también había sobrevivido a una sepsis que la había llevado a un hospital al que derivaban a los terminales que creían que no iban a poder superar la enfermedad pero a los que trataban de todos modos. Si en ambas ocasiones la hubieran mantenido en casa o en la residencia no habría podido sobrevivir. No quiero decir con ello que ahora hubiera tenido más fortuna de haber sido ingresada, solo señalo que no hacerlo la ha condenado a su final fatal como a tantos y tantos ancianos que han fallecido en las residencias o en sus casas por coronavirus, con sospecha del mismo o de cualquier otra enfermedad porque  por su edad no eran trasladados a los centros sanitarios.

El mismo día remarcaban en las noticias que las UCIs habían reducido su presión asistencial, cosa que me recuerda lo de matar a los prisioneros para no usar recursos en vigilarlos.

No es que haya ido al hospital y hayan decidido meter a otro en la UCI, es que no han llegado a llevarla al hospital. Tienen camas libres para atender a potenciales enfermos... siempre que sean más jóvenes. Es como si en un barco que recoge náufragos se tomase la decisión de no rescatarlos a todos porque pueden encontrarse otro naufragio y que el criterio para seleccionarlos del agua se basase en las probabilidades de supervivencia del naufrago, en ese caso... no asistir embarazadas, niños y mayores.

Ahora, la justicia ha instado a la Comunidad de Madrid a que no se discrimine la atención médica por edad, supongo que la misma decisión se aplicará también en las demás comunidades, aunque tarde para muchos, demasiados mayores de 80 que después de haber sobrevivido a una guerra siendo bebes o niños, han vuelto a sobrevivir a una posguerra y se han encontrado con que su único tratamiento contra una enfermedad que inunda los pulmones ha resultado ser un paracetamol y un poco de oxígeno lejos del apoyo o el consuelo de la familia.

Decía en un artículo anterior que se había degradado la ética. Lo que hemos perdido es la humanidad y encima nos engañamos pensando que no es cierto. Aplaudimos por las ventanas para creernos que somos solidarios, y desde la televisión pretenden emocionarnos sacando a mayores de 80 que salen del hospital después de haber sufrido la parte más dura de la enfermedad. Gente de 90 e incluso 100 años que tuvo la fortuna de entrar en el hospital cuando todavía no se había optado por matar a los prisioneros y que demuestran que sí, que tenían menos posibilidades de supervivencia, pero que gracias a que sí tuvieron la oportunidad de ser tratados, pudieron agarrarse a las posibilidades que les mantuvieron con vida.

Las guerras acaban terminando, me pregunto si habrá alguien que después de ésta revise lo que ha ocurrido y acabe juzgando la decisión de sacrificar a los mayores como lo que es. Un crimen de lesa humanidad.

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