viernes, enero 07, 2011

Obsolescencia programada.

Por más que lo he buscado no he sido capaz de encontrar el origen de la garantía en los productos de consumo. Se que no siempre estuvo ahí, y que puestos a especular pudiera tener su origen en la publicidad que se hacía de los productos. Las empresas son capaces de prometer cualquier cosa con el objeto de vender un producto, pero la publicidad engañosa podía suponer perdidas si se hacía eco de dicho fraude. La garantía del fabricante no es por tanto la promesa del mismo de que el producto durará al menos durante el periodo de garantía. Eso que ahora parece un logro de la sociedad para evitar el fraude salvaguardando al consumidor de que no está siendo engañado con un producto que no se romperá al primer uso, es en realidad el síntoma principal del mayor engaño al que estamos siendo sometidos. La gran burla de la sociedad de consumo en la que vivimos que depende del consumo para seguir creciendo, que tiene necesidad de crecer aunque no haya ninguna necesidad real de hacerlo.


Antaño, las cosas estaban hechas para durar, basta dar una vuelta por cualquier mercadillo de antigüedades para descubrir multitud de objetos que estuvieron sometidos al uso durante generaciones hace cientos de años. Me pregunto cuantos muebles de IKEA pasarán de una generación a otra y si habrá alguno digno de figurar en un anticuario del próximo milenio.

¿Habría comprado alguien una mesa hace 300 años si le hubieran dicho que solo iba a durar un par de años? No hace falta retroceder tanto, televisiones, lavadoras y aparatos de radio de hace no tantos años duraban cuatro o cinco veces el tiempo que duran actualmente. Hasta en las bombillas, donde la tecnología parece que debería hacerlas más duraderas, duran menos que antes. De hecho fue con las bombillas con las que surgió un nuevo concepto económico, la obsolescencia programada, ya que se pusieron de acuerdo para que no durasen más de 1000 horas cuando podían llegar a las 2500 con la tecnología del siglo pasado.

Obsolescencia programada que hace que los productos ajusten su vida a la de la garantía, ya sea porque se rompen o porque incitan al consumidor a cambiar por el próximo modelo. Hemos dejado de ser personas para convertirnos en consumidores. Todos los gobiernos se esfuerzan en aumentar el consumo y al mismo tiempo pretenden reducir la contaminación para lo cual envían a países “en desarrollo” todo el desecho, toda la basura tecnológica con la que después acusar a los mismos de que deben modernizarse y como no, endeudarse comprando la nueva tecnología obsoleta que produce objetos de caducidad anticipada.

Comprar, tirar, comprar. Es un documental que emitirán el 9 de enero, seguramente no lo veré pero en la página de TVE me he encontrado un avance sobre la costumbre actual de fabricar para no durar. No se cuantos lo verán, pero puedo anticipar el resultado. Al final del programa, los que lo hayan visto sufrirán un momento de mala conciencia que curarán en las rebajas que acaban de empezar olvidando el programa que acaban de ver y comprando por comprar, para sustituir algo que no está roto o crear una necesidad al objeto que acaban de comprar.

Y por supuesto, yo no estoy al margen, de hecho debo ser de los más malos porque no dejo de comprar a pesar de ser consciente de ello, intento engañarme diciendo que no he cambiado el coche que compre hace 12 años por motivos ecológicos y en realidad no lo he cambiado porque me faltaba dinero para comprar el que me gustaba…





Obsolescencia programada II

Obsolescencia programada III

4 comentarios:

Titajú dijo...

¿Sabes qué? Hace cuatro años se nos estropeó el frigorífico. Vino el técnico, y nos dijo que lo mejor era hacerle un arreglillo y dejarla "como las de antes, las de nuestros padres". Yo no sé qué apaño le hizo, pero lo cierto es que hace trece años que seguimos con el mismo cacharro y tira de maravilla. Ojalá tire trece años más.
Yo no soy muy consumista, y antes de meter un mueble de ikea en esta casa, emigro. Ikea es bueno para chorradas de ordenación, pero de calidad no entiende mucho. Quizás es que la gente prefiere cantidad a calidad. Será lo más probable.

Outsider dijo...

Yo tenía un portatil, bueno, lo sigo teniendo pero ya no es tan portatil que no es que lo fuera demasiado. Busqué una batería de repuesto y no la encontré, despues intenté ampliarle la memoria con el mismo resultado. Ahora solo funciona con linux y es más bién de sobremesa. En lugar de sustituirlo he optado por pedir a los reyes magos este mini notebook con el que poder volver a la red sentado en el sofá así que de cierto modo soy parte del mal que pretendo combatir. El 306 es lo más parecido a lo que comentas ya que empieza a ser una colección de parches y me da un no se que desprenderme de el aunque sea para comprar uno supuestamente mucho mejor.

Zayi Hernández dijo...

Yo tampoco soy de tirar muchas cosas. Tengo la casa repleta de muebles porque nunca quiero deshacerme de las cosas, siempre termino tomándole cariño a los muebles, a las cosas que me recuerdan algo...así voy...
En cuanto a comprar, debo ser la única mujer del mundo que odia ir de tiendas, sólo voy a por lo que necesito y soy super rápida porque detesto estar probándome cosas.

Un besito.

Outsider dijo...

No tirar muebles es sinonimo de comprar pocos... o de una casa muy grande. Pero lo de que no te guste ir de compras ya es curioso... a mi, que no me gusta, me toca hacer sesiones de compra aun sin comprar nada. Lo único bueno que tiene es que de vez en cuando encuentro un sitio donde sentarme y poner pose maniquí que nadie mira para dedicarme a observar a la gente que me rodea, me imagino la vida de todos ellos y ellas hasta que alguien viene y me pregunta si me lo estoy pasando bien...