Hoy, la prensa y la televisión de todos los países civilizados se hacen eco del aniversario del terremoto de Haití. Siendo que todos esos informativos dependen de las noticias que emiten para su supervivencia... o enriquecimiento, me da vergüenza ajena e incluso algo de propia cuando entre las noticias se habla de lo que ha dado tal o cual país, tal o cual organización ordenándolos en función del dinero aportado. El altruismo, así publicitado, parece más bien interesado y basta mirar la foto, supuestamente de Haití pero que daría igual el lugar, para descubrir que la desgracia de unos se convierte en un negocio, una búsqueda de escenarios en los que limpiar la conciencia al tiempo que no deja de ensuciarse. Las poses, la parafernalia de este mundo, mostrado a todos esos niños que lo único que perciben es la importancia que se dan sus actores no hace menos que daño.
Porque publicidad de la ayuda que se les quiere dar y no se da, se hace mucha. Pero después, cuando acaban apareciendo emigrantes ilegales de países en los que no se puede vivir gracias a nefastas políticas coloniales pasadas u oscuros intereses comerciales, nos echamos las manos a la cabeza y exigimos su retorno al país de origen cuando lo que esa gente pretende es vivir de su trabajo y no de la limosna que tanta publicidad proporciona.
La ayuda termina con el reportaje de la TV y nos ponemos a mirar la pelicula de turno... es mejor no verlos por la calle, es mejor que no nos recuerden que no solo quieren comer un día... sino todos...
Es a lo que nos lleva la hipocresía del primer mundo...
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