sábado, noviembre 27, 2021

El fin de una civilización.

 Ya hace unos días que fue noticia, aunque me imagino que solo lo fue en España, si hablaron de ello en el resto del mundo seguro que fue para ejemplarizar como se acaba con una civilización.

Por un lado, la huelga del metal en Cádiz. El derecho a la huelga para exigir mejoras laborales o protestar por las condiciones existentes es un derecho que no se reconoce en muchos países, yo diría que en más que aquellos en los que sí se reconoce, es un logro de la sociedad que permite intentar rectificar alguno de sus fracasos. Evitar la degradación de las condiciones de trabajo es la única forma de conseguir que no tengamos una sociedad de amos y exclavos. El fin último del trabajo debería ser el de conseguir mejorar las condiciones de vida y no el de mejorar los beneficios de la empresa a costa de hacer trabajar más a los trabajadores o a la de reducirles su calidad de vida. La empresa dice que no sube el sueldo a sus empleados, pero en realidad ellos no piden que se les suba el sueldo, lo que quieren es, por lo menos, ser capaces de comprar lo mismo que podían comprar antes. Todas las empresas se suben rápido al carro de subir los precios de lo que producen por causa del aumento de los costes de producción. Repercuten en el precio la inflación de las materias primas que utilizan y reducen costes no subiendo los salarios de la mano de obra. Egoistamente piensan que su producto se lo venden a otra empresa, aunque no se dan cuenta que el usuario final será al final otro trabajador que no podrá comprar dicho bien si no ha visto incrementado su sueldo por las mismas causas.

Las empresas, acaban desplazando su producción a paises en los que la mano de obra es más barata para poder seguir reduciendo costes que es un eufemismo para referirse a incrementar más aún los beneficios. Curiosamente, después pretenden vender su producto en los lugares en los que los trabajadores aún tienen suficiente poder adquisitivo para comprar dicho producto pero todo se complica cuando las empresas en las que trabajan éstos acaban aplicando la misma filosofía. El resultado evidente es el de acabar con la masa que puede comprar el producto. Así que seguidamente se entra en una crisis pues las empresas no obtienen beneficios y deja de tener sentido el buscar un lugar al que volver a migrar para producir barato pues el problema está en que lo que no le quedan son compradores.

Las huelgas suelen ser preludios a esos desplazamientos de la producción. Para la mayoría de las empresas sus trabajadores son solo máquinas que no funcionan bien en según que lugares. Si han alcanzado derechos laborales, si la legislación les asegura unos salarios dignos, para muchas empresas, son máquinas defectuosas que tienen un elevado coste y que conviene cambiar, no los ven como el usuario final al que va dirigido el producto que fabrican. Da igual que se trate de una industria minera, al final esa bauxita se acabará convirtiendo en el aluminio con el que en otro lugar harán la lata de refresco que también beberá el minero, el trabajador del metal, el del camión que lo transporte y el cajero del supermercado.

Cuando empieza una huelga, la empresa reduce sus beneficios, no produce. Pero también disminuye sus gastos, no paga a los trabajadores que entran en huelga. Hagamos un pequeño inciso; si los gastos que ahorra son superiores a los beneficios que no obtiene, no hay empresa, sin necesidad de la huelga, produce menos de lo que gana y por tanto acaba entrando en quiebra y no es que no suba el salario a sus trabajadores, directamente los despide. Así que una huelga la realizan los trabajadores que aún trabajan en la empresa porque esta obtiene de ellos más beneficios que los gastos que producen. Si los trabajadores que entran en huelga no son capaces de parar la producción, la empresa sigue teniendo beneficios y por tanto es dificil que se atenga a sus reivindicaciones. Al margen de ello, las empresas lo son de sus accionistas, si hay mucho ruido alrededor de una empresa, puede que baje su cotización, así que ir a la huelga haciendo suficiente ruido puede hacer que se amenacen los beneficios que la empresa pretende obtener por no atender a las reivindicaciones de los huelguistas. Si a ello se suma una paralización social que involucre a otros actores como por ejemplo el gobierno para que presione a la empresa, es más fácil que consigan su objetivo como huelgistas... aunque lo dicho, lo más fácil es que la empresa acabe trasladandose porque es el efecto de la globalización, producir donde sea más barato para vender donde sea más caro y acabar en una crisis porque solo será más caro en donde los trabajadores cobren más.

Y así llegamos a la otra cara de la moneda, en realidad otra parte de la misma cara, pues lo que los manifestantes encuentran delante cuando deciden hacer ruido, son otros trabajadores con otro uniforme que no dejan de formar parte de la misma maquinaria que también acabará tomando la lata de refresco.

Cuando una manifestación, la que sea, bloquea el tráfico, quema contenedores y destroza otros comercios, no lo hace contra la empresa que no les sube el salario, sino contra aquellos que sufrirán por la consecuencia de sus actos, el trabajador de otra empresa que sí cobra su salario, el autonómo que depende de poder hacer su entrega para cobrarlo o el conjunto de la sociedad que tendrá que pagar por reparar los daños que se produzcan, ahí entran ellos también y en ese sentido se comportan tan despóticamente como la empresa a la que se están enfrentando.

Pero el chiste, la noticia, se acabó centrando en que la policía a la que lanzan posta con tirachinas que puede atravesar cualquier cristal, utilizaba una tanqueta. Un BMR reciclado del ejército que están retirando del servicio porque no ofrece protección suficiente contra minas y bombas improvisadas. Vamos, un transporte de personas, que no va armado pues no se ve en la parte superior ninguna ametralladora disparando a los manifestantes, un casco gordo que protege no solo la cabeza del policía, sino también su cuerpo cuando retira una barricada que no debería estar ahí.

Me imagino al que tira la piedra y quema el contenedor quejándose porque la piedra no le da en la cabeza al policía, no rompe el vehículo y para más inri, la tanqueta aparta el contenedor que con tanto exfuerzo ha sacado de su sitio y le ha pegado fuego... no es justo. Ya puestos podrían quejarse porque los policías utilizan unos escudos que paran las piedras y cascos con los que les resulta difícil abrirles la cabeza. Me imagino que esos mismos serán los que quieran que la policía vaya a evitar un atraco armados con ramos de flores. Así, de una huelga del metal acabaremos en una de la policía porque son sus condiciones laborales las que se degradan si no pueden utilizar el material que necesitan para hacer su trabajo y de esa a la siguiente, preludio sin ninguna duda del fin de esta civilización.

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