viernes, septiembre 18, 2020

Persuadibles. Hackeando la democracia.

 No hace mucho  que ví un documental, creo que es de Netflix, que versaba sobre algo que vemos en las noticias pero que ignoramos como si no fuera con nosotros. El documental se llama El Gran Hackeo y describe las maniobras de una empresa, Cambridge Analytica, contratada para intervenir en sufragios y elecciones a partir de la minería de datos. No es fácil encontrarlo en internet, lo dicho, está en Netflix, y en youtube se encuentran muchos más artículos dudando del mismo aunque es un hecho que la empresa acabó convirtiendose en el chivo espiatorio de una práctica que realizaban empresas como Facebook ya que los datos a partir de los cuales pudieron hacer todo lo que hacían partieron de todas esas fuentes en las que la mercancía somos nosotros, ya que nadie da duros a cuatro pesetas.

Cambridge Analytica murió, Facebook se salió de rositas con una multa de 5000 millones de dólares, digo de rositas porque la multa es de chiste comparado con el incremento de ingresos anuales que tiene dicha empresa que en 2010 tenía 1974 millones de dolares de ingresos pero que en 2019 tenía unos ingresos de 70.697 millones de dolares (15.000 millones más que el año anterior), algo curioso en una serie de productos que se ofrecen como gratuítos.

El documental se centra en dos contratos en los que se requirió los servicios de Cambridge Analytica para "colaborar" con Trump en las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos y en el Brexit para abandonar la Unión Europea. Ambas situaciones partían con encuestas en su contra, lo que indica que la actividad de Cambridge Analytica no era algo nuevo, sino sino simplemente una forma más eficaz de utilizar los datos con los que se trabaja para cambiar o mantener los votos.

No nos engañemos, todo el dinero que se emplea en las campañas publicitarias de las opciones en unas elecciones "democráticas" tiene el único propósito de convencer el sentido de nuestro voto. En ello influye hasta el color de los carteles, las corbatas o el corte de pelo. En algún estudio figura que a un candidato más joven pueda resultarle conveniente que se deje barba para que aparezca más maduro o teñir el pelo a uno que pueda parecer demasiado mayor, seguramente es la razón por la que tanto Casado en el PP o incluso el propio Felipe VI se dejasen barba. Creer que todo ello sale exclusivamente de las encuestas es cuando menos inocente. Las encuestas solo muestran una pequeña parte de los datos disponibles, lo importante es adquirir una buena canditad de los mismos y tener un equipo o contratar a una empresa que sepa manejarlos.

Ello me lleva a que la democracia real no existe. Cuando un país cambia de un estado claramente autoritario dictatorial a una democracia se observa una evolución interesante.

Al principio, los candidatos que más opciones tienen son aquellos que no guardan relación con lo que ha existido hasta entonces. Si había una figura notable en la disidencia es la que más probabilidades tiene de ganar aunque en muchos casos también puede que  influya el hecho de que dicha figura tenga apoyo extranjero que de una u otra manera apoye la campaña.

Podría poner como ejemplo de lo que digo a Lech Walesa en Polonia, Nelson Mandela en Suráfrica, no sabría si añadir ahí a Raul Alfonsín en Argentina y es probable que pudieramos añadir a Felipe González en España aunque en este caso no ganó las primeras elecciones democráticas españolas después de la dictadura de Franco, pero es que la transición española fue algo más larga de lo habitual ya que no partió de un colapso absoluto del sistema anterior. 

Como las elecciones las ganan las mayorías, durante muchos años la principal forma de convencer a los electores fue la de mostrar las mayores concentraciones de simpatizantes posible. En España ello se traducía en llenar plazas de toros con gente que venía en autobuses desde bien lejos a cambio de la banderita y el bocadillo. Eso salía en la televisión con una música pegadiza y promesas a un público general que por lo general no se cumplían. En realidad las únicas promesas que acababan cumpliendo eran aquellas que habían hecho a sus contribuyentes, a aquellos que habían puesto el dinero necesario para conseguir ganar las elecciones convenciendo a más gente para que les votasen.

No se en otros paises, pero en España cuando los partidos políticos participantes en unas elecciones dan su opinión sobre los resultados resulta que la mayoría de ellos se dan a si mismo como ganadores aunque es evidente que no todos ganan igual.  Lo cierto es que siempre hay algún factor al que cogerse para decir que aquellos que han perdido no  han perdido tanto como parecen indicar los resultados, algo que resulta más que evidente en aquellos pequeños partidos que se convierten en la llave del gobierno cuando nadie obtiene mayoría absoluta. Podría darse el caso, y se da, de que el partido más votado sea el único que no tiene nada que decir en las decisiones de gobierno.

Esto me lleva de nuevo a Cambridge Analytica y la gestión que hacía de todos los datos que regalamos diariamente para poder confeccionar un perfil. De nuestros likes, nuestras costumbres, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer se puede hacer un logaritmo que indica el sentido de nuestro voto. Todas las opciones tienen una masa básica que no va a cambiar su sentido de voto independientemente de lo mal que lo haga su representante o lo bien que lo haga la opción contraria. Algo así como los seguidores más radicales de un equipo de futbol que se mantienen fieles a sus colores aunque pierdan todos los partidos y lleguen a bajar de categoría. Fieles aunque los jugadores no tengan nada que ver con la ciudad a la que representan y se vendan de uno a otro como si de un mercado de esclavos se tratase.

Esa base no da nunca una mayoría de votos que sirva para ganar las elecciones, todos los partidos la tienen y si la base desaparece, el partido acaba desapareciendo a su vez pero de cara a cada sufragio, todos conocen cual es la base actual que tiene el rival. El objetivo no estriba en que cambien su sentido de voto, la estratégia en ese grupo es la de conseguir que no voten, cosa que por el parecer consiguió Cambridge Analytica en Trinidad y Tobago. Desilusionar al contrario, cosa que como he dicho se podía conseguir simplemente mostrando que no valía la pena ir a votar si sabían que iban a perder. De ahí las grandes concentraciones en plazas de toros. A los tuyos ya los tenías, era preciso hacer que los otros no votasen.

Sin embargo, la masa que realmente decide las elecciones no depende solo de cuantos de ellos estén ya convencidos en una u otra opción, tampoco depende de cuantos de la opcion contraria dejan de ir a votar, la principal baza, la que justifica la mayor parte del dinero invertido en unas elecciones depende de los persuadibles. Es decir, de aquellos que no han decidido su voto y se les puede inclinar hacia uno u otro lado. La gestión de las grandes encuestas indica en que lugares deben concentrar la acción propagandística de las llamadas caravanas electorales y en la era analógica los mensajes eran genéricos para toda la población ya que los medios con los que se llegaba a más objetivos eran también genéricos, ya sea la prensa más vista, la televisión más visualizada o la radio más escuchada ya que aunque todos esos medios tuvieran una linea editorial proclibe a una opción, seguían siendo los que englobaban a un porcentaje mayor de los entonces denominados indecisos.

La minería de datos de Cambridge Analytica iba un paso más allá. Compraba los perfiles a empresas como Facebook para saber exactamente donde se encontraban los persuadibles y en la era digital ya no hace falta dedicar recursos humanos para enviar publicidad dirigida. Ahora el medio más seguido no es ninguna cadena de televisión, es la red en su conjunto y sus redes sociales en particular. Precisamente esas de las que se sacan los datos para determinar quien es persuadible y por tanto es fácil medir las reacciones que tienen a cada mensaje que reciben con el objeto de convencerles por una opción o hacerles desistir de la contraria.

Podría parecer que es muy complicado convencer a tanta gente para que oriente su sentido de voto, pero es que no hace falta convencer a tantos. En el documental se citan unos pocos estados de los Estados Unidos en los que unos pocos votos marcan la diferencia para que salga una opción u otra. En España basta ver como van bailando los datos a medida que se realiza el recuento para ver que un par de cientos de votos puede marcar diferencia en varias circunscripciones electorales.

Así se pone de manifiesto que cada voto cuenta, pero ya no está tan clara aquella crítica de los que dicen que tenemos el gobierno que nos merecemos por culpa de haber votado en un sentido o en otro y que la población en general se merezca lo que le ocurra por lo mismo.

Lo cierto es que ya no existe la democracia, ha sido hackeada. El problema ya existía en el pasado, siempre se ha intentado influir en el sentido del voto. Ahora como entonces, cualquier voto se hace a futuros, no se vota en función de lo hecho, sino de lo que está pendiente por hacer, lo que se haga luego es casi irrelevante pues en política no están de acuerdo en nada salvo para subirse el sueldo aunque, básicamente, todos acaban diciendo lo mismo cuando alcanzan el poder. Eso cuando no se tuercen (que es lo más habitual) y acaban inmersos en corruptelas diversas. En cualquier caso, la minería de datos no se suscribe solo a las elecciones, el hackeo es diario y por tanto aquel que sea capaz de realizar mejor proceso y manipulación de los persuadibles verá crecer su masa electoral de manera más eficiente, lo que al final acaba convirtiendose en sorpresas electorales pues las encuestas no dejan de ser extrapolaciones genéricas de muestras de la población, mientras que la manipulación de los persuadibles coge todos los datos disponibles, no solo una muestra y puede, con la tecnología actual interaccionar exclusivamente sobre aquellos individuos en los que se pretende influir.

Al margen de todo ello, el documental muestra otra cosa que no se deduce del mismo. En realidad la gestión de los datos que nos roban con o sin nuestro consentimiento, esos datos que definen lo poco que podemos controlar nuestra privacidad a pesar de leyes de protección de datos, se venden al mejor postor. No hay un signo político que no intente hacer uso de ellos, y las intromisiones extranjeras apoyando una u otra opción son ahora mucho más poderosas que antaño pues la red es la misma para todos. La democracia no existe porque nunca existió. Lo que existe es la capacidad de unos pocos para influir sobre el resto y hacer recaer sobre ellos el peso de sus propios errores. Al final los partidos políticos se convencen a sí mismos de que no es el gobierno el que se equivoca, son sus votantes los que eligieron mal, los partidos políticos cambian ligeramente sus carteles para no ser responsables de sus errores del pasado, se vuelve a culpar a sus votantes pero la verdad es que lo que convierte a una persona en votante de una u otra opción no es el hecho de que sea mejor o peor opción, no gobierna el que mejor sabe gobernar sino quien es capaz de manipular mejor o peor a todos los persuadibles. Que después acierte o no en su gobierno, es una cuestión de suerte que puede depender de muchos factores que escapen a su control.

 

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