domingo, enero 05, 2020

Esos felices años 20.

Y nuevamente sin que se haya acabado el mundo, hemos entrado en otra década. Una que llama a recordar otra como tal que sucedió un siglo antes. Los locos años 20. Claro que el adjetivo de locos se podría haber puesto a todas y cada una de las décadas que le sucedieron hasta llegar a la actual.

Habían salido de una guerra que habían calificado como la más grande de todas ellas, la mujer empezaba su revolución y había lugares en los que ya podía votar o se manifestaba para hacerlo. La tecnología se abría paso y la electricidad se iba instalando en muchos hogares, lo que daba paso a la vida nocturna y a los primeros programas de radio.

Habían pasado del candil y el piano, guitarra o pandereta a la bombilla y el charlestón en el salón. Como tal, apareció el primer tocadiscos a mediados de década, cierto es que todo se había descubierto antes de entonces, pero fue la década en la que todo empezó a ser realmente conocido en muchas casas, esas en las que se instaló la electricidad. Pues lo que también creció de forma desmedida fue la diferencia entre las grandes ciudades y los núcleos rurales.

Allí también llegó el progreso, pero no en la misma forma. Los tractores de combustión interna se convirtieron en norma en esa década. Aquello supuso un aumento de la producción agrícola a costa de una disminución de la mano de obra necesaria para producirla. Se empezaron a necesitar más obreros para producir tractores, pero muchos menos que los agricultores que sobraban.

Las ciudades tenían más mano de obra que trabajo, pero el que encontraba trabajo servía de reclamo para otros tantos de los que solo unos pocos podrían trabajar. Los empresarios se frotaban las manos, tanta oferta de mano de obra abarataba los costes de contratación, siempre había quien estuviera dispuesto a trabajar por menos. No venían de Nigeria ni de Marruecos, ese campo aún no lo habían conquistado las ansias empresariales del primer mundo. Hasta hacía bien poco el interés empresarial sobre aquel continente se basaba en secuestrar personas a las que convertir en esclavos.

Aquella época de crecimiento económico nació al mismo tiempo que las grandes huelgas de trabajadores que veían que no había desaparecido la esclavitud, solo había cambiado de nombre y en todo caso se había vuelto a la antigüedad en la que no se definía al esclavo por su color de piel sino por sus derechos y relación laboral con el amo o dueño… ahora empresario.

La ecología nació también en aquella época aunque no se llamaba así. En 1920 el 40% de la energía de Estados Unidos era hidroeléctrica, era lo más barato de producir pero estaba limitado a la cantidad de agua y no se podía almacenar. Por otra parte, una ciudad como Nueva York tenía a finales del siglo anterior unos 180.000 caballos que producían dos millones de toneladas de excrementos diarios, y 200 muertes al año por accidente de tráfico equino.

Los coches de combustión interna ya se habían inventado pero seguían siendo una rareza y provocaban más accidentes con los caballos que aquellos que evitaban. Con el siglo empezaron a sustituir a los caballos y poco antes de los años 20 Ford sacó su famoso modelo T que vendió sobre todo durante esa década. Las ciudades empezaron a sustituir la contaminación evidente de los caballos por aquella menos obvia de los coches.

Cabe decir que se consideraba el metano que producían los caballos del mismo modo que el humo de los coches, era contaminación que se diluía en el aire. Como aquella que producían las fábricas, que bastaba con poner grandes chimeneas para que el viento hiciera el resto.

Todos estos avances, que tan populares fueron en los años 20, nacieron antes de la Gran Guerra, por lo que es fácil pensar que también contribuyeron a provocarla o cuando menos a alimentarla. El empresario que fuera capaz de producir más medios para sostenerla sería el que se hiciera más rico con la misma. La producción en cadena de bombas y armas necesitaba de grandes conflictos, y en los años 20, esa producción se optimizó de tal modo que empezaron a producir mucho más de lo que necesitaban. Es lo que tiene pagar poco a los trabajadores, que se produce pero no se consume, así que a los muchos que no tenían trabajo se unieron aquellos a los que despidieron y la economía se resintió a finales de los 20 afectando también al empresario. En Alemania no dejaron de producir, ¿para que querrían tantas armas y bombas…?, aquello produjo una falsa sensación de prosperidad, claro que ahora tenían que darle rentabilidad y empezó otra guerra que convirtió el apelativo de la anterior en un chiste malo.

La historia no se repite, pero rima. La casualidad hace que hayan muchas cosas que se parezcan mucho de aquellos años 20 a estos que empezamos. Vuelven a emerger con fuerza los nacionalismos, la tecnología permite producir más aún eliminando más puestos de trabajo, volvemos a cambiar el modelo de producción de energía pero dependemos de otros recursos escasos que ya han provocado guerras a nivel local con participación mundial para acaparar sus recursos. Las diferencias sociales se van acrecentando y la capacidad de consumo no crece con el aumento de la producción. El campo del primer mundo ya se despobló, ahora se hace lo mismo con el campo del resto del mundo por lo que las ciudades se masifican más aún que antes.

Ciertamente, se va a comer menos carne como piden vegetarianos y veganos, pero no va a ser por ecología, va a ser por hambre, aunque no se confundan, también habrá menos verdura que comer y menos agua que beber. En breve nacerá el movimiento insectoriano que velará por los derechos de las lechugas y los lechugos y ya no lo veré, pero le seguirá el movimiento mierdoriano, que tendrá tantos adeptos como supervivientes queden de los anteriores movimientos hasta que una nueva década de los años 20 vuelva a surgir y hable de estos locos años 20, de las redes sociales, de internet, de los coches eléctricos y las baterías de litio, los patinetes, las luces led, las latas de refresco,los tetrabrik, los mares de plástico, los zoológicos, el pan y los circos de los que quedarán las ruinas de grandes anfiteatros como el Camp Nou y el Bernabeu.

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