Antes de perderme por el mundo en el por ahora último viaje a ningún sitio, me suscribí a una de esas colecciones que te encuentras en los quioscos. Era un libro pequeño, pocas páginas y la calidad de la encuadernación no lo convertía en especialmente atractivo para coleccionarlo, sin embargo, me llamaba me recordaba lo que nunca llegué a ser, lo que nunca supe hacer a pesar de los años que pasé en la universidad intentando ser matemático. En algún sitio leí que los matemáticos se desarrollaban jóvenes, que salvo honrosas excepciones, pasados los 30 o 35 años ya no eran capaces de incorporar nada al conocimiento matemático. El bueno lo era desde antes de empezar la carrera y los demás solo podían aspirar a dedicarse a la enseñanza de lo que otros habían desarrollado.
Yo no era bueno en matemáticas, de hecho no terminé la carrera, salvo alguna que otra asignatura no entendía nada de lo que me decían y mis dudas de cara al examen empezaban porque no sabía si determinados A y B con los que empezaba un teorema, eran conjuntos, subconjuntos o elementos de R distintos de cero. Algo así como si le pusiéramos una multiplicación a un niño y nos preguntase si son manzanas o peras. Así que no llegué a soñar en convertirme en aquel que resolviera el último teorema de Fermat (por aquel entonces todavía no se había resuelto).
Los 30 ya no los cumplo... ni los 35, pero ayer soñé que era capaz de resolver uno de los muchos enigmas que siguen existiendo alrededor de las matemáticas. Sí, sí, las matemáticas no están descubiertas del todo, falta tanto por descubrir de las matemáticas como lo que pueda faltar por descubrir en el funcionamiento del mundo porque como dice el título de la entrada, el mundo es matemático.
El problema que había soñado resolver era la fórmula genérica que generase la serie de todos los números primos, los llegué a visualizar en una recta interdimensional. Una quimera que solo aquel que no tiene ni idea es capaz de imaginar y que supongo que a la comunidad matemática le sonaría como los sonidos de los disparos láser en el espacio de las películas malas de ciencia ficción.
La colección a la que me suscribí tenía muchos títulos, en casa estuvieron recibiendo paquetes de libros sobre matemáticas pensando que debía ser el único que se había podido suscribir a algo así y que seguían escribiéndolos como si fuera parte de un experimento en el que quisieran comprobar si era capaz de terminar la colección. Los libros se fueron amontonando sin que nadie los leyera y yo me encontré la montaña al regreso. Lo dicho, la encuadernación es pobre a pesar de ser tapa dura, ¿donde estarán aquellos libros que venían exquisitamente forrados y donde el papel no amarilleaba antes de que ni tan siquiera haya podido leerlos?, profundizan bien poco por lo que se me hace raro que un matemático de verdad los encuentre interesantes. Por otro lado los que no hayan tenido contacto con las matemáticas los pueden considerar farragosos así que parece que están hechos para ignorantes como yo que sí tuvieron algún contacto con las matemáticas. Cuatro mal contados.
Ya me he leído los de la foto, me han parecido especialmente interesantes el de la proporción áurea y los números primos, supongo que de ahí viene el sueño y ahora voy a empezar uno que habla de cuando las rectas se vuelven curvas. La colección de RBA ya no está disponible y durante un tiempo estuvieron llamándome para venderme la siguiente colección, algo similar pero sobre la ciencia en general.
Me ha salido cara, no se si va a sobrevivir al paso del tiempo, me da la impresión de que no, pero estoy contento de haberla comprado, como si se hubiera despertado un gen que ojalá hubiera despertado hace 25 años.
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