domingo, noviembre 05, 2017

Sobre cegueras y vendas.

La dama de la justicia tiene una venda sobre los ojos, era algo más descriptivo que ponerle unos tapones en los oídos que por otra parte habrían pasado inadvertidos pues las orejas de las esculturas no tienen oídos.

Últimamente se escuchan muchas críticas a la ceguera social que podría atribuirse a ciertas decisiones judiciales, pero es que resulta que esa venda que se le pone a la justicia representa la fe, en que la justicia es, o debería ser impuesta objetivamente, sin miedo ni favoritismos, independientemente de la identidad, el dinero, el poder o debilidad. (*)

Los argumentos de los que critican la decisión de la juez Lamela al dictar prisión provisional sin fianza son fáciles de asumir. Dos juicios distintos sobre el mismo asunto parecen llevarse de distinto modo y a nadie se le escapa las facilidades que se le dan a Forcadell cuando su nivel de actividad independentista es visiblemente superior a muchos de los ex-miembros del consejo. (Lo que no quiere decir que haya incurrido en más delitos).

También es cierto que hay otros casos en los que la destrucción de pruebas era más probable porque la corrupción, la malversación y la fuga de capitales se hace impunemente hasta que los casos salen a la luz, y entonces, la lucha está entre los que destruyen las pruebas y los que las buscan. Pujol, por poner un ejemplo, no llegó a entrar en la cárcel, pero como él, hay muchos casos en los que no se ha considerado esa opción por parte de la justicia a pesar de que efectivamente existía ese riesgo, había capacidad económica para eludir la justicia y podían escapar para hacerlo.

Otro de los argumentos, ampliamente utilizados habla de la movilización que el entorno de los amotinados recupera de entre aquellos que empezaban a dudar de las intenciones de sus líderes revolucionarios.

Parecía que los apoyos secesionistas habían perdido fuelle y que una decisión judicial les había vuelto a dar alas.

Sí... pero no.

El fuelle del secesionismo no es más que eso, un fuelle, y para poder soplar con fuerza debe pararse a tomar aire. La aparente pérdida de fuelle era solo eso, una parada para tomar aire y no importaba la decisión que hubiera tomado la juez. Independientemente de la decisión tomada, el motor del amotinamiento ya había decidido que iba a alzar la voz para activar de nuevo el viento destructor secesionista. Diría más, si los hubieran soltado sin cargos, la movilización habría sido incluso superior a la que estamos viviendo.

Todo obedecía a la necesidad de movilizarse, si las opciones eran Sí, o No, no me cabe la menor duda de que se iban a movilizar del mismo modo porque Sí, que porque No. La convocatoria de elecciones les había dejado sin muchos de sus argumentos aunque resultaba ser su única opción real ya que la declaración de independencia había quedado en eso... una declaración sin ningún efecto porque a la hora de la verdad no contaban con los mínimos necesarios para hacerla efectiva.

Ello debería haber supuesto una desmovilización de sus amotinados pero por desgracia cuentan con un detalle que no debe ser ignorado. Si la justicia tiene una venda, el nacionalismo secesionista es completamente ciego y su fe no tiene nada que ver con la independencia con la que debe actuar la justicia. Sus motivaciones tienen mucho más que ver con la mecánica de las sectas destructivas que todo padre pretende evitar para sus hijos, es muy difícil abrir los ojos a quien ha caído bajo su pernicioso influjo. Haría falta la labor de muchos psiquiatras y psicólogos para que los enfermos de esta nueva forma de anorexia política cayeran en la cuenta del engaño en el que han estado inmersos durante tanto tiempo.

Precisamente por ello no hay que dudar de que las acciones que se tomen serán siempre utilizadas por los líderes de la secta secesionista para volver a hacerlos gritar sus consignas goebbelianas por poco sentido que tengan en una sociedad global que pretende unir naciones en lugar de deshacerlas, que intenta legislar por encima de las naciones para que todos tengan los mismos derechos y obligaciones.

La secesión es una enfermedad que ahora corre el riesgo de extenderse al resto de Europa, Puigdemont ha actuado como la metástasis que extiende las células cancerígenas fuera del origen de la enfermedad y precisamente por ello, ahora no existe la opción de la extirpación del tumor. Solo nos queda confiar en la quimioterápia y la radioterapia dirigida en forma de elecciones autonómicas. Si se vence al secesionismo en las urnas, si se consiguen no solo más votos sino también más escaños, podremos decir que hemos estabilizado la enfermedad, pero ésta, con la ceguera de sus seguidores como la más obvia de sus consecuencias, estará muy lejos de haber sido erradicada.


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