miércoles, octubre 25, 2017

Jugando al mus


Aunque en Cataluña no se juega al mus tanto como en otras regiones de España, sus políticos o aquellos que dicen dedicarse a la política sí parecen jugar al mus.

Yo diría que en la jugada anterior una pareja subió el embite para entrar en muerte dulce y la otra pareja duda si lanzar un órdago cuando el embite basta para salirse.

No voy a decir quien es quien en esta partida, a fin de cuentas estamos en la última mano de uno de los juegos y no se a cuantas vacas se juega la partida.

Pero por primera vez en la partida, los secesionistas van por detrás en los movimientos, no porque desconocieran que se iba a llegar a ese movimiento sino porque pensaban que podían seguir estirando la masa de la gente poco a poco.

El 155, conforme se ha planteado se puede interpretar como mostrar las cartas encima de la mesa y dejar que Puigdemont decida si ve o no ve las cartas, pero no hay más que decir en el juego. Esta mano se decide ya.

Y es más que probable que opten por volver a declarar la independencia con la intención de captar alguno de los indecisos que todavía no se ha postulado o simplemente no escuchó que la independencia... la había declarado ya, y que la aplicación del 155 se debe precisamente a eso... a que ya lo había hecho y no se ha retractado ni ha indicado que no lo hubiera hecho.

Puigdemont no debe saber jugar al mus ya que involucra al público. Con las cartas encima de la mesa, pretende lanzar el órdago independentista que insufle valor a sus huestes e inflame la calle. Si no gana la mano, quiere dar un gran golpe encima de la mesa para que se mezclen las cartas y no se puedan contar las piedras. Quiere que las piedras... las de verdad, manden sobre la política.

Ya no le importa la crisis en la que va a sumir principalmente a la sociedad catalana, después a la española y de rebote a toda Europa. Si todos están mal... yo no estaré mucho peor con la ilusión de que después, naciendo de cero, será más fácil convencer que el nuevo estado ha salido adelante gracias a él. Ya sea ahora... o más tarde... que esa es una de las grandes bazas del independentismo, si no lo consigo hoy, ya lo conseguiré mañana que todo es cosa de ir quitándose a los que no lo sean de enmedio poco a poco.

Pero desde cero... también se puede entrar en negativo... y parece que ese escenario no lo contemplan.

Resulta curioso decir que defienden que las empresas no entrarán en un vacío legal porque España no va a reconocer la independencia por lo que mientras tanto seguirán perteneciendo a Europa... ¿quiere decir eso que dejarán de irse porque en el momento en el que España reconozca el nuevo estado seguirán perteneciendo a Europa?... je.

En cualquier caso la duda está en la capacidad del Gobierno de Putschdemont para hacerse con el control económico de Cataluña. Me imagino que pensarán que pueden hacerlo del mismo modo que fueron capaces de poner aquellas urnas chinas en el paripé de referéndum. Igual creen que podrán controlar toda la región como si realmente hubiera una única voz reclamando la independencia. Aunque también es posible que sepan que no es como controlar un censo universal falsificado. O controlan sus ingresos, o no lo hacen pero si no los controlan no sirve de nada decir que sí tienen el control de las finanzas.

Así que en este caso, la opción más probable es que pretendan volver a grabar imágenes de violencia para manipularla a su antojo e intentar difundirla por el mundo con la esperanza de que otros ciudadanos presionen a sus gobiernos por la causa catalana que les han vendido en wasap o por feisbuk.


Si nadie les reconoce su nueva república, y Putschdemont acaba detenido, ya no se si por sedición o por rebelión... todo dependerá de la violencia que haya provocado. El objetivo del 155 es el de recuperar la normalidad democrática y retomar la legalidad en la autonomía. Putschdemont está jugando la opción Nazi del Putsch de Hitler. Un libro lleno de rabia y una temporada en la cárcel le sirvieron para ganar más adeptos, más camisas pardas con los que volver a lanzar su órdago y ganar el siguiente juego con otro golpe encima de la mesa que no permite contar las piedras.

Lo que Puigdemont y su pareja Junqueras no parecen considerar es que en aquella ocasión, la partida, no la ganó Hitler. Que tuvo muchas victorias militares, pero perdió la guerra.

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