lunes, mayo 19, 2008

De la sartén al fuego.

Hace poco, en epsilones, Alberto nos hablaba de la cultura que según algunos se debía aprender para poder tener el derecho a trabajar en España permitiéndonos dudar de que muchos de los que nos consideramos españoles seamos realmente paladines de esas costumbres que ahora tanto pretendemos inculcar en esos emigrantes.

Por uno de esos atares del destino, hace ya unos cuantos años que me encuentro viviendo en el extranjero, mi calidad de emigrante puede no ser el paradigma de emigrante que escapa de unas situación de pobreza con los nobles propósitos de sobrevivir o prosperar. No creo que estos emigrantes que nos visitan ahora sean tan distintos de aquellos que contribuyeron con sus divisas a levantar la economía de un maltrecho país después de tantos años de aislamiento. Muchos de los cuales remitieron sus divisas para al final acabar optando por quedarse en el país que les dio ese trabajo que sus locales preferían no tener.

Sus hijos, e incluso sus nietos nos rodean ahora y no hay indicios que nos digan que son distintos a sus compatriotas alemanes en este caso... salvo uno...

Se siguen relacionando mayoritariamente con otros españoles, hijos o nietos de españoles en las asociaciones culturales que ellos mismos fundaron hace más de treinta años... siguen comiendo el pulpo a la gallega (pariente del caracol que aquí causa asco a la mayoría de los locales... para suerte nuestra), el jamón serrano y el chorizo por el que pagan mucho más de lo que vale para poderlo traer desde su tierra.

Al final resulta que no se han abandonado ninguna de las costumbres que tenían hace tantos años y en lugares de mayoría protestante se puede observar que estos no han abandonado sus creencias religiosas, que a mi sorpresa, es mucho mayor que la que observo en España cuando tengo ocasión de pasar por allí (¿Será que la España que abandonaron hace 40 años era mucho más católica que la de ahora?).

Los nietos empiezan a tener dificultades con el idioma y poco a poco se van alemanizando... pero yo me pregunto, ¿que es lo que nos da al final la nacionalidad?

¿Lo es el hecho de haber nacido y vivido en una tierra? ¿Lo es el de compartir unas costumbres, ritos o familia?

En fin... al final ponemos fronteras y nos empeñamos en crear unas nuevas solo para poder diferenciar a los ricos de los pobres y después poner empresas en los segundos para que produzcan a bajo precio los productos que después solo se puede consumir en los que se quedan en el lado rico de la frontera... después, cuando les enseñamos lo que tenemos, nos sorprendemos de que ellos también quieran participar de esa riqueza y les insultamos y vilipendiamos cuando vienen y parecen conformarse con esos trabajos que nosotros no tenemos intención de realizar.... (igual que nos trataban a nosotros cuando nos encontrábamos hace 40 años en la misma situación) pasando de la sartén de una vida que en realidad desconocemos al fuego en el que viven entre nosotros.



5 comentarios:

Bruma dijo...

YO creo que lo que al final hace distinguir a unos grupos de otros es precisamente eso que decías, las costumbres, los ritos y demás, cuando las personas que los conforman de alguna forma tienen ese tipo de cosas en común. Esos de los que tu hablas supongo que serán considerados españoles en Alemania pese a haber nacido allí. El problema viene cuando algunos de nosotros, pese a haber nacido en un pais no seguimos ese tipo de rituales que les hacen característicos de una cultura específica y me parece que era un poco lo que planteaba Alberto en Epsilones. Creo que al final ese tipo de rituales se van diluyendo con el paso de los años y tras varias generaciones en las que no se sigue ninguna costumbre propia de una zona. Yo siempre he dicho que no me considero de ningún sitio, no soy estereotipo de nada. Soy de una ciudad en la que hay tanta mezcla de culturas, no necesariamente de fuera del país, que yo he crecido sin sentirme nada en particular porque para mí, decir que soy de Madrid es no decir más que si dijera que soy de Honolulú.

No sé si al final me he explicado. Es posible que tú, alejado de tu tierra tengas más tendencia a seguir ciertos ritos propios de tu pais natal que yo que no me he movido de mi lugar de nacimiento. Y sobre todo, sabiendo como sé que eres nativo de la Comunidad Valenciana entendería ese sentimiento de orgullo a lo mejor al preparar una paella tan propia de tu tierra, sentimiento que yo no tengo pese a que a mi la paella me encanta.

Hala, ladrillo de nuevo para tu blog.

Anónimo dijo...

Creo que Alberto y vos hablan de dos cosas que, aunque parezcan iguales , son algo diferentes.
Él habla de costumbres = permisos que se supone quieren imponer para habitar un país. Y está muy buena su lógica.
Vos, estás hablando de crisis de identidad. Porque cuando emigrás, sentís que la perdés (hablo con conocimiento de causa). Sentís que nada es para vos: ni la radio, ni el periódico, otro idioma. Muy adentro tuyo, querés cambiar eso, y asi es que te aferrás a costumbres que antes jamás te pasaron siquiera cerca.
Y asi es que vamos a parar al comentario de Alberto: No se le puede exigir a nadie absolutamente nada. Ni a los de afuera, ni a los de adentro.
Perdón si me he metido dónde no me llaman, pero el descubrimiento de este sitio, me ha tentado a participar.
Cariños a todos.

Outsider dijo...

Efectivamente Bruma, cuando no te has movido parece que hay menos necesidad de sentir ese orgullo por los orígenes pero mi orgullo por la paella que hago no tiene tanto que ver con mi tierra como se desprende de lo que estamos diciendo... en realidad lo que hago es utilizar mi origen por esa oscura (o debería decir obscura XDD) necesidad que tenemos de dar prestigio a las cosas antes de que las prueben o realmente las conozcan. Como si el hecho de que la paella estuviera hecha por un valenciano le tuviera que dar ese toque de distinción...

Mi orgullo por mi tierra no tiene nada que ver con la tierra en sí misma, en realidad no tiene que ver con sus costumbres y lo que comparte con sus gentes es algo más bien coyuntural ya que más que orgullo por mi tierra, lo que se siente es esa morriña que se siente por el lugar que guarda esos recuerdos de la infancia...

Tilie, entiendo lo que dices con lo de la crisis de identidad, pero muchos de esos emigrantes que llevan tantos años viviendo en otro país, resulta que seguramente sufrirían esa misma crisis de identidad si despues de tanto tiempo volvieran a sus origenes.

El problema es que en realidad la morriña que sienten, que sentimos, está más ligada a los recuerdos de una vida anterior que al lugar en el que accidentamente acaecieron, basta para ello con ponerse a recordar y seguramente es fácil que acabemos rescatando un buen recuerdo de un lugar que no tenía nada que ver con ese origen.

Y me ha salido otro ladrillo...

Tilie... no te entrometes en absoluto... no solo no me importa que realices comentarios, sino que te animo a que los realices. Me gusta esa suavidad con la que suenan tus palabras, ese acento lejano que tanto me recuerda esas historias porteñas que contaba mi padre de sus viajes allende los mares.

leticia dijo...

Gracias por el aliento, y por lo de la suavidad de las palabras. Sin embargo, y aunque vivo en Buenos Aires, soy de una ciudad del interior del país, llamada Rosario (Cuna de la Bandera). Te invito a que veas la etiqueta "JUAN CARLOS BAGLIETTO". En la primera entrada que hice hay un video y una canción sobre Rosario. Con el video, conocerás un poco mi ciudad. Con la canción, y aunque no soy artista, te darás una idea de por qué estoy en la capital.
Cariños.

Outsider dijo...

... de tanto golpear las puertas... por no derrumbarme con ellas, me tuve que ir...

Leticia, la canción que mencionas es bonita pero triste, como siempre es triste recordar esos lugares en los que dejamos un poco de nosotros mismos. Además, si te sientes identificada con la canción te fuiste sin querer irte, lo que suele hacerlo más doloroso aún si cabe que esas otras veces en las que nos vamos de un sitio y no nos damos cuenta de lo mucho que lo necesitabamos hasta que nos hemos ido.